lunes, 7 de abril de 2014


Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba apareció en las calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron mudos de espanto. Era un jinete sin cabeza. Todos los habitantes de la ciudad se guardaban muy temprano para huir de la mala visión, pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que escondía detrás del fantasma.
El 4 de febrero de 1797, un terremoto destruyó gran parte de la zona central del Ecuador. Se cuenta que antes del desastre se produjeron hechos misteriosos, como el que les contamos a continuación.
En la plaza central de la villa de Riobamba se levantaba la escultura de un niño tejedor (agualongo en quichua). Se dice que un día antes del pavoroso terremoto, hacía un insoportable calor, y muchos se concentraron en la plaza para descansar. En esos momentos miraron asombrados cómo la escultura de piedra giraba sobre su propio eje.
Los testigos regresaron a sus casas profundamente contrariados, sin imaginar que al día siguiente Riobamba desaparecería y que por eso, el Agualongo quiso verla por última vez.

La Loca Viuda espantaba a los caballeros de vida disipada.
El inicio de esta leyenda urbana se remonta a la época republicana cuando la ciudad de Riobamba era alumbrada por rudimentarios faroles que apenas competían con la luz de las velas. La luna llena completaba el ambiente propicio para los aparecidos y cuentos tenebrosos.
El protagonista de esta leyenda es Carlos, uno de los tantos bohemios que gustaba embriagarse en las cantinas y no desaprovechaba la oportunidad de tener un desliz.
Una de aquellas noches de juerga, al dirigirse a casa, se encontró con una extraña mujer vestida totalmente de negro y con una mantilla que le cubría el rostro, que le hizo señas para que la siguiera.
Carlos sin pensarlo dos veces fue tras de la coqueta a lo largo de varias callejuelas oscuras.
Al llegar a la Loma de Quito, el ebrio le dio alcance.
-          “Bonita, ¿dónde me lleva? dijo.
Sin dar más explicaciones, la mujer dio la vuelta y Carlos recibió uno de los impactos más grandes de su vida porque vio que la cara de la mujer era la de una calavera.
De la impresión, Carlos cayó pesadamente sobre el suelo mientras invocaba a todos los santos. Logró levantarse y emprendió la carrera de regreso a casa.
Al llegar, el hombre encontró el refugio en su devota esposa Josefina. Entendió que la visión fantasmagórica era el castigo por tantas infidelidades. Y desde entonces se dedicó santamente a su hogar.
Lo que Carlos nunca se enteró es que su esposa estuvo detrás del “alma en pena”. ¿Qué había sucedido? Después de muchas noches en vela, Josefina se armó de valor para castigar las continuas infidelidades de su cónyuge.
Una vecina le aconsejó darle un buen susto. Para el efecto le prestó una careta de calavera y le recomendó vestirse de negro.
Sin estar segura, pero motivada por su amiga, la señora decidió hacerlo.
Una noche oscura, se trajeó de negro, se puso la careta y se cubrió con un velo. Lo sucedido después ustedes ya lo conocen.

La loca viuda fue el remedio para los caballeros que abandonaban el hogar por una conquista galante. Los años pasaron y aún dicen que la loca viuda se aparece en las noches…